Me siento putrefacta entre tanto sinsentido ¡lo estoy gritando! vomitando blancas larvitas que son el olvido. Solía dotarme de palabras fecundas, recostar la espalda en el piso de la ducha, acariciar con las yemas los azulejos y sentirme a c uáti c a y vieja pero cuando una ve desde lejos el propio cuerpo se tantea desesperada y como si fueran otras las manos bucea protegiendo la patética fragilidad. Esta sangre que grito desde el cuello marchito es una ya volcada de gusanos añejos. ¡Abandónenme! Lo estoy diciendo ¡no más palabras!
y no es que no tenga palabras, n o quiero elegir la insatisfacción de lo dicho. El libertinaje de lo dicho. Porque toda la quietud en la lengua es el reparo. En la boca o la garganta tibia labilidad tierno regocijo siempre silencio.
Yo, los pájaros que esconden bajo mis párpados la cabeza. Calma. Pulsa en beso dentado, bajo los tenues rayos de luz, la yugular. Sacude, boca violenta, como frágil ramaje el abdomen. Vos, la noche que ampara sobre tu espalda el deseo. Silencio.
Ahora los rayos de luz están acometiendo contra la tranquilidad de las cosas de la habitación. Derraman todo su ruido sobre las sábanas protectoras y la ropa en el piso. Vos parecés soñar con situaciones extrañas que te hacen ladear la boca en media sonrisa y girar la cabeza en sentido contrario al origen del alba. Yo te miro expectante como si fueras a despertar para clavarme los ojos apenas abiertos en la mirada insomne. Con la vergüenza de no haber dormido me recuesto en tu pecho y espero el inevitable calor de los rayos. Nos alcanza. Nos inquieta. Nos abrazamos con más fuerza. Todo es amarillo y las cosas vuelven a dormirse. Resulta imposible ya abrigarse con la oscuridad absoluta de la vieja noche. El color transmutó. Y sólo resta sentirnos vulnerables.
Nuestros cuerpos dormirán regados sobre superficies cuajadas las pieles rezumarán bajo la luz cegante y jamás nada de lo que nos hizo retorcer de goce volverá a empaparnos igual el aliento mudo. Tuvimos humedales en la lengua minúsculos arroyos de placer en el abdomen pero ahora nadie trascenderá ya la aridez: Cuando las palabras se vuelven quebradizas la boca parece fragmentarse, infértil, junto al aire tajante del verano.