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Mostrando entradas de 2014

Capítulos

I  Sé del dolor de todas nuestras generaciones. Hablé con el dolor anoche en la cena de navidad. II Continuo desencanto. Se cree con fuerza en la inmensidad de las pequeñas cosas percibidas. No es necesario cuando chicos: la grandeza abraza la infancia con naturalidad. Cíclico (des)encanto. III La cornisa (entre la interioridad de las raíces) pies/cornisa (y la exterioridad de la cabeza) salto al vacío.  IV La cornisa continuo desencanto. V Bailo con los muertos empilchados en la noche de navidad. VI Sólo se vive una vez. No sólo se crece una vez. VII  REITERAMOS: Codo a codo compartiendo sanguchitos. Todos locos  igual hablamos  al tiempo  que nos masticamos  los brazos  al unísono. VIII Crecimiento cíclico la cornisa. IX Breathe...

Vaginal

Mensis Una noche inmensa en el día del padre de todos los hombres, atormentada yo, hija de la sexuada virgen, decidí internarme frente a su siempre impuro llamado, bajo las transparentes aguas de mi lluvia artificial. Yo, su siempre adorada hija -sexual, rebelde, malquerida por el padrastro-, me vine a parir el dolor y la sangre a los húmedos azulejos de  mi casa pequeña, para gozar mi condición. El desgarro del parto se sentía en las paredes del bajovientre como los rasguños   odiosos de dos manitos mínimas, que para nada me querían. Por debajo como buscando el aire surgía el finito hijito de sangre que  encontraba no obstante el agua y con ira frente al suplicio  yo lo veía mientras,  no nacer.  En la mente  como madre  de otro  no nacido impura,  asesina  y mujer acaricié primero  mi pecho  y con la voz bonachona  del Señor privilegiado me flagelé  por dentro   con palabras  el cerebro y recordé la libertad de l

Los labios dicen que

Perdonnenos si somos tan hermosas que les provocamos el suicidio o el homicidio o el femicidio o el abuso y esas cosas. Perdonnenos si con estas curvas de diosas en tierra les provocamos la pérdida de control y los reducimos -sus bellos autos su magistral creación masculina- a inútiles cenizas. Perdónnenos el no poder haber inventado el auto o la pólvora o las bombillas de luz o las apestosas bombas nucleares o la guitarra eléctrica o la arquitectura la matematica la ingeniería filosofía o arte ¡o el universo mismo! a causa de estar tan estúpida y encorsetadamente MA RA VI LLA DAS con los productos de limpieza que tan magistralmente inventaron para nosotras.  ¡GRACIAS! Perdónnenos por distraerlos, por ser la causa del mal en el mundo, por generar en ustedes el terror perverso de pensar que unos seres tan endemoniadamente hermosos tal vez quizás también libres pudieran ser celestialmente inteligentes. Perdónnenos por el interminable temor

Perversión en la sonrisa.

En el transcurso de mis dedos ácidos encebollados y mis ojos ardientes del llanto químico lo feliz me envuelve el cuerpo entero. Con sus manos alza los músculos siempre celosos de mis mejillas y asoman apenas tímidos, los dientes. Afuera es la sonrisa radiante. En el curso de mi danza feliz solloza la soledad en el pecho duro. Los ojos brillan sonríen pero los dientes no aparecen. Quién no ansiaría apenas un suavecito abrazo en la cintura desolada. Un beso dentado sobre la yugular ya encarneviva. Un erotismo perverso y asesino.

Tanteos.

Querido, querido: quería olvidarme de mí en mi cuerpo (ya evaporado por la danza sexuada) durando los no pensamientos durando las piernas tambaleantes durando el suelo rígido durando los pájaros sin cabeza durando la humedad en el espacio durando los grillos en la humedad durando mis órganos aplastados dentro de algún libro. Esa noche.

Acabarser.

Hay una mano que es árbol y roza mi infinitud con amor. En las horas oscuras los dedos que cuidan de mi curso -y sus uñas- se hunden en la vastedad. Y no creo yo pertenecer a ese océano cuyas aguas abismales me arrastran los pensamientos que allí dentro empobrecen; pero entre las ramas hay una lengua, que es lluvia y romance, que me humedece el oído con su inconfundible vapor... Y jamás quisiera yo llegar conocerla, pues en el desconocimiento su humedad se hace música, y en su música interminable mi infinitud se termina.

La merienda en el sol.

La hora de la merienda arrastra olores inocentes. Vuelvo a tener  cintas amarillas  con moños en el pelo y miguitas de pan  en los labios. La hora de la merienda parece ser eterna al olvidar la mochila durmiente arriba de la cama. Al fijar la visual sobre el sol poniente con gusto a mermelada. La merienda es la hora del respiro liberado... Puedo llorar  y seguir siendo feliz en el llanto. Si la leche me nutre, si la mermelada deja dulce la lengua, si incansablemente el sol, en la hora de la merienda, esparce su color naranja sobre las baldosas en las que desparramo mi peso; no necesito nada más, lo juro, para ser feliz. A pesar de que en el poniente a menudo vislumbre la sonrisa pacífica  de la muerte  siempre  infinita.

El rescate.

Lo oscuro la cara mi pecho, que se cierra, se cierra. El brazo primero que se estira y abraza la cintura presiona el aire que no llega a abrir el esternón. Lo oscuro, en el otro brazo, acuna su cabeza; los rulos en lo negro ya no brillan. El tercer brazo se yergue abriéndose paso entre lo negro quiere rescatar al aire, meterse por su boca, abrirlo por dentro. El tercer brazo, poderoso, alcanza la cara de esa ajena de rulos negros reposantes traidores del brazo segundo. Sus dedos rozan al fin la frente sudada los ojos abiertos ya con lágrimas la nariz obstruida los labios siempre juntos la cara ajena. La entera mano tercera se apoya parcialmente en la cara. Se mueve a los lados para ver a la niña que no logra llorar del todo. La mano ve qué linda es la nena oscura, le presta una caricia que le dice que la conoce en la luz del mundo de las manos. Lo oscuro deja ver las manos iluminando rostros con el tacto. Lo oscuro la cara desnuda, el re

A r t é x t a s i s.

Me dice que dentro del tiempo de sus oídos compone canciones mentales. Que las escribe pentagramáticamente. Que la tinta del sonido que el lenguaje musical emana comienza  con movimiento armonioso el oleaje de las notas atrevidas. Que los siete colores danzantes del oleaje corpórea y simultáneamente la penetran en los cinco orificios sensitivos. Que la difuminan mientras se abre con el sabor lingüístico del azul-sol. Que, luego, toda su música sexual no aflora de su mente. Que se exilia y vuelve a ella. Y es la mente misma. Que su cuerpo todo, placentero se desvanece tras abrirse y estallar/tras volverse a cerrar en el pecho ceñido (que por fin cae y golpea metálicamente contra el suelo).

La longevidad en círculos.

Después de matarme corro a la cocina... Innumerables veces muero y me despojo. La muerte no conoce la memoria ni los tiempos. Muero entonces entre y sin segundos o el cuerpo anclado. Despojo de mi sexo y sus deseos dejo de saberme un animal. Despojo de los verbos y los nombres nada me atraviesa. Desde el no lenguaje alcanzo a vislumbrar hasta el más ínfimo detalle del mundo que la humanidad se olvidó de mencionar. En la muerte encuentro. No soy pero existo en todo. Y si muero primero como hoja crujiente en otoño, muero luego también como una hormiga incinerada bajo la lupa veraniega de algún niño asesino (que también es yo)... Después de matarme corro a la cocina porque me llaman a almorzar. ...El cadáver del pollo que adorna la mesa sin pudor fue mío también durante el pasado invierno congelado del criadero.

Invertir la posesión

Yo sé saber cuando una persona tiene un gato. Generalmente conviven entre los patilludos de lentes mientras que, en las mujeres, los veo a través del color en sus pinturas de labios: muy fucsia un gato negro, entre fucsia y rosado gato blanco o siamés, de rojo a bordó gato gris o rubio. Rescato imaginar cada gato arrullado entre los pies de sus dueños ofreciendo calorcito y pelos en el acolchado. También sé saber cuando un gato tiene una persona. Generalmente, acá logro desempolvar algún lector. Los lectores se de(s)velan a través de los gatos. Ellos pueden no ser de raza ni tener alta alcurnia pero su sangre siempre fluye caliente, siempre logran proveer de pintoresca información al cerebro. Se amoldan como los pulpos, son escurridizos e inquietos. Se enrolla el gato. Se cierra el libro.

Descanso

(Vas a salir adelante mi amor vas a salir adelante) Mira hacia arriba con asfixia las estrellas en el espacio (vas a salir adelante) con asfixia en el espacio abierto mira las estrellas (amor vas a salir adelante) se fue de su propio cuerpo horas atrás después de morir (vas a salir adelante) dejó de aferrar al pasto frío los dedos de los pies (vas a salir adelante mi amor) sube al negro espacio (vas a salir adelante) entre cuatro paredes sobrias el espacio se pone blanco (vas a salir) el suelo rígido en la espalda (vas a salir, mi amor) mientras es un bollito de persona con la cabeza entre las piernas ¡vas a salir! le cansa no regala su mano le aturde tiene miedo de morir retrocede al rincón más cálido que encuentra y muere.

Versiones.

Quisiera hablar de cuando el espejo se me planta en el pasillo reflejando la pieza el living la heladera y me denota dentro de su luz desnuda. Pero poco y nada sé de él o de las innumerables, las incógnitas e infinitas versiones de mí que connota el brillo de su especularidad.

Escondites.

En la ducha a veces lo escondo yo y puedo meterlo en la rejillita donde el agua se fragmenta para verlo gritar de dolor y hacerse mil gotitas a la vez. En un segundito nomás cae y me goza la piel va resbalando con fiereza en el cuerpo que se le burla para unirse y desaparecer en el drenaje que lo ensucia y después después lo que más amo es que me lo esconda en la boca, en el oído, en la espalda, el cuello y la cintura y en los pechos y entonces cuando despierte y vea la hora en mi celular vuelva a estar el tiempo encerradito ahí en un minúsculo relojito digital a las 5:00 am existiendo existiendo existiendo existiendo

Alteridad de la gota.

Vi la gota -que no sentí- a través del espejo donde la pequeña estaba. (Lloró despacito. Sin ruidos). Silente allá en su gran ojo izquierdo la gotita que yo no sentí salió (y dentro gritó de su húmedo universo). Vi el grito -de la gotita que no sentí- a través del espejo y se desparramó en arroyo dentro de una grieta de su pecho muy caliente el dolor. Mi visión acarició (y no mis ojos) sus rulos suaves como madre aprendiz y árida ella apenas ahí quiso entonces ir a descansar. Porque se quiso.

¿Garganta es una bella palabra para nombrar este poema?

¿Por qué no mencionarlo con miedo y cavar un agujero que me trague para siempre? Por qué ahora mismo no me vuelvo loca y te menciono cómo cómo cómo cómo cómo cómo cómo cómo cómo ¡quién! Quién está debajo de la planta de mis pies. Quién me menciona mientras soplo suavecito una hormiga izquierda en la palma izquierda de mi mano izquierda. Y ¿cómo? Cómo pedirte perdón cuando la simple mente no sabe ya cómo besarte y cae su peso llorón sobre los acariciadores pastos que es el centro de tu pecho. Cuando estaba loca cuando estaba loca me gustaba arrancarte algunos pelos verdes pelitos y yo ¿cuándo? ¿Cuándo dejé de acariciar el lado áspero y claro de tus verdes hebras?  Cuando el sol sobre nuestro pequeño abrazo me aclaraba hasta parecerme al aire. Cuando estaba loca me mencionabas mucho y tu mención me hacía transparente y me arrastraba hasta el agua con el viento y ya en el agua salpicaba con énfasis a los niños en verano. Y dónde

¡No leí nada!

El viejito debe estar a medio cuento, sí lo escucho, mirá, con los labios finitos para adentro y la voz arrugada: - ... entonces no lo vio venir y no sabía cómo iba a hacer después para no hacer lo que le decía la rubia...- Mientras (can ta ven y can ta que la-vi-daes-buena no...) esto que me aturde    (...te...) no es canción  (... hagas...) y yo tampoco (...problema ven) ¡ya quiero dormir!   Suben y bajan y ya estoy soñando cruzo la calle y a la vez siento el beso del viejito sobre mi frente tibiecita. Hasta mañana abuelito te saludo desde la vereda de la verdulería de mi sueño. Esto nunca escucho: - Hasta mañana chiquitita, mañana lo terminamos.

Se me cayó el tono en la avenida y no lo recuperé más.

Qué quiero escuchar qué quiero escuchar qué quiero escuchar mientras me sueno los dedos qué quiero escuchar sister midnight sister moon con el frasco de dulce de mamón al lado y la cuchara ¡divididos! no pudo qué quiero escuchar con dulce de mamón enfrascado dedos pegajosos no soy una más que escribe lo de siempre ¡qué quiero! escuchar musiquitas que no tengo en la cicatriz de la mano y el indio no me habla ¿¡en guaraní!? con los anteojos redondos y ¿¡no pudo?! ni sus notas aturdidoras ¡qué! quiero escuchar ¡qué quiero escuchar! ¡qué quiero? ¿escuchar! for the price of a muffin en el solou del sultán si el azúcar se me disolvió en la lengua si el mamón se calentó toda esta cosa letrosa perdió la tonalidad ¿o se la vemos? ¿o le subimos la pollera? pero si nu'ay músi ca'cá nu'ay música qué silencio átono quiero escuchar. No tengo musiquitas.

Dos chiquititos.

                                                                                                                                        A mi bebé Ruli. Yo era chiquita todavía y más flaquita un poco también si venía un vientito demasiado fuerte él me arrastraba hasta la hoja donde los árboles terminan y desde ahí entraba profundo hacia la raíz donde los árboles comienzan. Podrían pensar que un día no iba a contar el cuento y me quebraría pero ahí en la raíz, un día de esos previos a las bufandas, lo encontré a él chiquitito y quebradizo como yo y no sé cómo pero salí fuera y era como Hércules con un pequeño ser entre los brazos. Llorábamos un poquitito los dos. Por miedo. Y al dejarlo en el suelo él se hizo grande pero sin saber que siempre siempre siempre hasta cuando no lo viera él, sería mi bebé. Si tengo que ayudarlo a subir las escaleras con la cadera torcida lo voy a hacer. Hasta cerrar sus ojitos (siempre entre mis brazos fuertes) el día en que un vi

Las gotas y los ríos

 Me toca siempre con su dedito índice de tierra en la nuca y me dice -voz delicada: — ¡Gime Gime!  Toda gota es  mi placenta. Gimenita portate bien — me dice   -voz amarilla-. Yo me río. Sonrío (siempre ondulante).  Y las cuido pero ¡sus gotitas son mi muerte! Una y otra vez cuando rompen contra el suelo y mojada no comienzo el llanto infantil doy -primer y último suspiro- mi vida en un ahogo. Así,  otro de mis cadáveres viaja pequeñito (en el río  en el que suelen viajar ellos) hasta disolverse como el azúcar dentro del agua mientras por allá arriba va naciendo otra gimenitita.

De cuando me evaporo.

Desnuda húmeda mojada estoy sobre los azu- lejos del baño empañado evaporado miro apenas las gotas en mis piernas dormidas siento mi pelo enervado mientras es atravesado por mis dedos arrugados; cremosos se entrelazan al cabello -que lo siente- otra vez, arriba abajo, y yo desnudahúmedaymojada no siento sino apenas las gotas de la lluvia de la ducha que es el cielo golpeando suavecito mi espalda goteante el pelo hipersensible a la docilidad de mis dedos arrugadosycremosos. Y yo, ahí en ese suelo de ese baño no sé ni dónde estoy, si me he evaporado al fin para viajar a mi ese tiempo especial donde soy una nenita con los rizos secos y dorados mirando una vez más las hormigas rojas traidoras pequeñitas a la par que sueño -vuelvo a soñar- esas cosas que una sueña cuando es chiquitita ínfima feliz.

Puede ser

Si yo digo que vivo adentro de una gotita que se fragmenta en mil pedazos y, por lo tanto, en mil gimenitas cuando toca la cerámica roja, debe ser verdad todo eso. Igual que la verdad. Si yo digo que existo y soy la suprema gimena que posa su visión en los mil fragmentos de las gotitas donde viven las gimenitas, es cierto que todo eso existe. Como la gran verdad que se ve con los poros y se toca con el cerebro. Y si yo digo que se hospeda la verdad encima de las cabecitas de las gotigimenitas: a tu ojo, y el de él y el del otro y la otra todo eso sabe a ficción. Pero existe todo eso existe.