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Mostrando entradas de agosto, 2013

Lo insípido.

No quisiera que algún día lo sintieras. Eso de las manos congeladas blanquísimas muertas. Eso de la nariz sin olfato seca muerta. Sí, no se siente. Horrible. Todo escapa. No se siente horrible el extrañamiento desde la vista hacia las manos insensible-s. Desde las manos hacia la nariz inolfatente. Todo toco          veo irse. No estar. No haber estado. No haberse ido. La carencia absoluta de movimiento. No lo sientas, no lo sientas nunca. Lo blanco es horrible,                 es insípida la ceguera blanca. Verme el cuerpo blanco en el ataúd de las sábanas frías. En el ataúd de las manos insensibles                    de las narices inolfatentes                         la poesía intermitente                         las hojas impenetrables                     de ataúdes muertos. No lo sientas nunca.

Paradise fingers (poema pato)

Y si arrancaran mis dedos ya estarían en la cumbre de los cielos dedísticos: dos cielos índice con uñas de esmalte despintado, dos negritos sucios por rasquetear desprolijos la tierra poética. Dos cielos delicados de meñiques quebrantables y modales europeos. Dos gordísimos de desayunar y mezquinar y atragantarse con poemas por la mañana. El cielo para el soltero, el cielo para el casado. Dos cielísimos mayores, rebeldes y elevados. (Paraísos fuck you, paraísos fuck you, sí). Y si arrancaran mis dedos, solos, se irían mis manos como dos arañas gigantes moviendo sus patitas rápido, bajando el picaporte, abriendo la puerta, dejando abierta toda mi casa inmensa; y yo me quedaría manca viéndolos trepar egoístas por las paredes, llegar a sus cielitos y pintarrajearse de identidad multicolor. Divorciarse para siempre de mi cerebro machista y sobreprotector.