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Mostrando entradas de 2017
- Cómo cae la tarde, Dorita, ¿viste? - Con asombro, como si ambas se estuvieran yendo con la tarde, tras el vidrio del colectivo.  Afuera los campos que rodean Jubileo van quedando negros y ambas octogenarias parecen abandonar el viaje a Paraná en el pavor ante el advenimiento de la noche y el rocío. Como si de la muerte misma se tratara.
Así como se están besando con algo de césped en el pelo y absoluto vacío al costado de las orejas. Al tiempo que yo los miro con la apatía que me acompaña, desaparecen. Dejan de ser las cinco pm y dan las tres de la madrugada con un poco de sol en el movimiento desvanecido. Los pensamientos permanecen fútiles y desesperados, las demás cosas abandonan la permanencia bajo la energía de mi visión anónima. Palidecen así, en pleno beso y mientras caminan, corren o son movidas por el viento. Mientras hablan gritan o ladran en dirección a sonidos desconocidos. Por este absurdo indeleble. Invariables.
Puedo desmembrarme llamarte sin pronunciar palabra: Abrir la boca estirar la lengua penetrar la tierra enraizar debajo de las lombrices donde esquivamos nuestro encuentro.
Quiero que me busques soy el muro agusanado tras el espesor de la enramada. Hay un enjambre de moscas que bien suenan a mis pensamientos. Ahora que nadie me tiene albergo grillos en los oídos y duele menos el ruido de la soledad y el sol me rastrea a duras penas entre la humedad donde se hunde el pecho descolorido.
Vos tenés las yemas lascivas bajo el temblor de mi vientre. La boca húmeda entre las piernas tímidas. De nuevo el deseo sobre la espalda durmiente.

Descomposición

Me siento putrefacta entre tanto sinsentido  ¡lo estoy gritando! vomitando blancas larvitas  que son el olvido. Solía dotarme de palabras fecundas, recostar la espalda en el piso de la ducha,  acariciar con las yemas los azulejos  y sentirme a c uáti c a   y vieja pero cuando una ve  desde lejos el propio cuerpo  se tantea desesperada  y como si fueran otras las manos  bucea protegiendo  la patética fragilidad. Esta sangre que grito desde el cuello marchito es una ya volcada de gusanos añejos. ¡Abandónenme! Lo estoy diciendo ¡no más palabras!

Entonces prefiero callar

y no es que no tenga palabras,  n o quiero elegir la insatisfacción  de lo dicho.  El libertinaje  de lo dicho.  Porque toda la quietud  en la lengua  es el reparo.  En la boca o la garganta tibia labilidad tierno regocijo siempre silencio.

Yo, los pájaros

Yo, los pájaros que esconden bajo mis párpados la cabeza. Calma. Pulsa en beso dentado, bajo los tenues rayos de luz, la yugular. Sacude, boca violenta, como frágil ramaje el abdomen. Vos, la noche que ampara sobre tu espalda el deseo. Silencio.

Narración

Ahora los rayos de luz están acometiendo contra la tranquilidad de las cosas de la habitación. Derraman todo su ruido sobre las sábanas protectoras y la ropa en el piso. Vos parecés soñar con situaciones extrañas que te hacen ladear la boca en media sonrisa y girar la cabeza en sentido contrario al origen del alba. Yo te miro expectante como si fueras a despertar para clavarme los ojos apenas abiertos en la mirada insomne. Con la vergüenza de no haber dormido me recuesto en tu pecho y espero el inevitable calor de los rayos. Nos alcanza. Nos inquieta.  Nos abrazamos con más fuerza. Todo es amarillo y las cosas vuelven a dormirse. Resulta imposible ya abrigarse con la oscuridad absoluta de la vieja noche. El color transmutó. Y sólo resta sentirnos vulnerables.

Yermo.

Nuestros cuerpos dormirán regados sobre superficies cuajadas las pieles rezumarán bajo la luz cegante y jamás nada de lo que nos hizo retorcer de goce volverá a empaparnos igual el aliento mudo. Tuvimos humedales en la lengua minúsculos arroyos de placer en el abdomen pero ahora nadie trascenderá ya la aridez: Cuando las palabras se vuelven quebradizas la boca parece fragmentarse, infértil, junto al aire tajante del verano.