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Mostrando entradas de 2015

Una parte de mi cuerpo.

Mamá siempre entendió mejor mi pelo. Jamás supe peinarlo, los rulos por doquier, la textura desmoronada, el frizz. Mis peinados, represores, dejan enorme mi frente. Mi mamá y mi pelo se amaban mejor: he pasado tardes trepada a los árboles jugando a la mona (cabeza abajo confiando en las rodillas) ramitas sosteniendo el peso. Los peinados de mama resistían la danza alocada de los rulos, mamá me dejaba siempre linda y libre. Incluso miraba al revés, todo, los pastos de las colinas en San Carlos eran mi cielo verde de locura y el pelo libre dejaba combinar con la arena de debajo de las hamacas. Hasta la tierra le sentaba al pelo tocado por mamá. Acaso porque se conocieron primero. Mamá siempre sabe más. En esas épocas siquiera osaba yo  mirarme en el espejo  y ya creía en cambio, gracias a ella,  que era hermosa y libre también.

Bienvenida a mi lado oscuro

1 Enfrentarnos a la luz del cuerpo a su deformación en la visual abierta. Encontrarnos cada vez más lejos del habla, de los pensamientos, más adentro de nosotros, de amar. 2 La refulgencia cegó las manos al tacto todo devuelve ígnea corporeidad incendiante. La humedad ahogó la juventud en arrugas de las manos sintientes sobre los cuerpos deformados. Y estás tan lejos de mí, árida y húmeda tan adentro, de mí. 3 Hay diminutos bollitos de nosotros                                                          des                                                per                                                                    di                                                ga                                                          dos en el cerebro, por doquier, cantando esas canciones de terror de la niñez.

Jamais-vu

Esto no es poesía: El rayo cruza el cielo, llega hasta el oriente. Cuando termina está comenzando. Los mosquitos se elevaron desde el pasto buscando protegerse, uno terminó aplastado en mí. Dije esto no es: poseía diminutas florcitas en un surco de quién sabe qué. Ahora están marchitas en ese mismísimo lugar.

Bullicio de la duodécima muerte

-Cayendo...- (Hay escenas dentro de mi cabeza recurrentes escenas) una mano asesina me quita el pecho, la mía cubre el doloroso agujero y el cuerpo se arrastra debajo de la cama a llorar como una nenita asustadiza. Para terminar de morir. -Cayendo...- las escenas recurrentes no sé si son reales a veces es mi mano quien me quita el aire y después, sólo estoy ya en el ataúd y lágrimas innumerables en las ropas del cadaver me hacen cosquillitas por doquier. (Como mandan los nervios, me río). Escucho -cayendo...- hay otra voz que habla todo el tiempo todo el tiempo no dice nada absolutamente nada, la boca es hermosa los labios se mueven como bailando la fonética de cada palabra pronunciada y no significan sólo dicen que otra vez voy a ser el cadaver del ataúd mojado por el llanto, cayendo otra vez, preguntando desde el suelo "¿Me extrañan? ¿Hago falta en todas esas casas espaciosas y llenas de calor hogareño y enormes, faltas de alegría?&quo