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Mostrando entradas de mayo, 2012

Las formas de las nubes.

   Es de destacar que en el cuaderno de Nerea los renglones garabateados de palabras mal escritas contaban con precisión el avance que, aunque imprudente, se producía lento en el transcurrir del cielo durante esa tarde. Según ella, volaba primero un cocodrilo desdentado con la cola tan doblada que le rozaba el hocico, y luego en otra nube, sobre el cocodrilo, se producía el acto fallido de un bebé sobre una silla queriendo alcanzar a duras penas un zapato algo gigante.    Las horas se le pasaban casi sin sentirlas cuando las nubes estaban blancas y pomposas como ese día, porque se armaba fácilmente un film secuencial con diferentes situaciones inusuales, algunas tanto así, que hasta resultaban cómicas. Lo que Nerea no anotaba en su cuaderno (ni esa tarde, ni nunca) era cómo las imágenes se iban deformando de modo algo aterrador, frente a sus ojos, y cómo todos los personajes proyectados eran asesinados cuando el viento los corría y los soplaba tan livianitos como si fueran plumas. No

Versos de aromas caseros.

Ámame y hazme llorar. Libérame otra vez los grilletes del esternón en este encuentro casual. Tócame la caja musical. Rózame los órganos que habitan en el pecho de mi ritmo natural. Déjame besarte la llanura con los pies. Déjame tus caricias en el alma dócil y el cuerpo en rigidez. Llévame contigo en la corriente de tus cantos. Enférmame las exhalaciones con la frescura de las aguas en los ríos que amo tanto. Ámame, hazme llorar otra vez. Y cúbreme estos versos con la risa de tu llanto entre frío y calidez.

Veinteañera y mal llevada.

- ¿Tu edad era...? - Veinte años. - Ah, qué chiquita... - No me considero chica por tener la edad del tiempo y los años de la vida. Tal vez es usted el muerto. Uno o dos silencios incómodos... - ¿Y hace cuánto te dedicás a hacer arte? - Veinte años y nueve meses. Ella se para y abre la ventana sin preguntar. - Dejamos demasiado olor a conversación - aclara. Se retira moviendo provocativamente sus glúteos firmes de veinteañera y azota tras de sí, la puerta. Ahora se acerca a mí y clava con bronca el punto final. Ese sería el fin. En un rato va a ponerse ropa cómoda y a prepararse un mate amargo.

Who wants to talk to me about peace?

Who wants to talk to me about peace? And that everything is right? That all dark storms lived just played a part of a bad time? Because birds are in a big jail of a blue sky made whit black smoke, because the sad war of dangerous mind is tired to bleed, is tired to talk. And pure souls of natural things are saturated of heartless pain, and simples hearts that cry for blood says that the world will never change. Who wants to talk to me about peace? That sweet perfum of a flower forever will fly in the air striping from its reign to the damned power. Who wants to talk to me about peace? Who wants to talk to me about truth? That the sun never again will shine and the queen will be a dark moon. Marzo 2010

30 de julio.

Hoy es el día. El más fugaz del montón. Porque es mío. Es el día siempre igual, siempre único. El día revoltoso. Es el día que nada cálido en el hielo, que es el aire. Es en el que tiempo atrás yo existía, pero distinta. Hoy es el día, en que recuerdo que alguna vez tuve que aprender a andar.

A dedo suelto.

Hoy escribe otra mano. Tiene menos deslices, más risas felices. Menos sangre en los años. Menos lenguaje en el verbo. Esta mano no escribe, juega con letras, y ríe más poesía en el cuerpo. Hoy escriben otros dedos. Sin miedo a escribir mal o bien, o a apellido de quien. Escupen trozos de cielo, arañando tierra en suelo. Dedos de aire agitado, y de silencio callado; hoy escribo a dedo suelto.

Luna de miel.

Ayer, a horas oscuras, dejé plantada a la luna en la terraza. Sé que estuvo llorando, o al menos que me esperó hasta la salida del sol, porque hoy al despertarme encontré una gota de miel en mi persiana.  Y, a decir verdad, me siento mal por el asunto pero no tengo explicaciones para ofrecerle... Al menos a ella; sin embargo en cuanto a mí, sé que existen días en los que uno tiene que apagar la luz y cerrar la ventana para que la liberalidad de la poesía no moleste, y concentrarse luego en que hay que abrir forzosamente los ojos, bien temprano, a la mañana siguiente, para ponerse a leer un par de absurdos libros de literatura añeja.