Los pies corrían como el tren sobre lo blanco del pentagrama leyendo entre líneas perfectamente rectas jugando a no pisarlas las atravesaba con un canto lastímero y azul. Sabiendo lo que dolería al subir realmente cuando eso azul acabase y succionara todo de su aliento, frenara su corrida impetuosa y vomitara todo el arte en forma de arcoiris dicromático. Cuando los talones de sus pies en el alto inminente esparcieran el polvo blanco de la tierra pentagramática y lo hiciera toser moribundo. Los pies corrían como el tren sobre lo blanco del pentagrama y no soñaba pero despierta tosiendo y agitando las manos con cansancio injustificado y silencio estrujante. Agarra el pentagrama y lo canta hermosamente una vocecita proveniente de su memoria. Y no suena ya lastímero y azul. Como quisiera. Suena tan no lastímero y no azul. El polvo blanco no se quita de la nariz una vez inhalado. Sólo huele a arte todo.