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Mostrando entradas de junio, 2013

Azul de algún francés.

Los pies corrían como el tren sobre lo blanco del pentagrama leyendo entre líneas perfectamente rectas jugando a no pisarlas las atravesaba con un canto lastímero y azul. Sabiendo lo que dolería al subir realmente cuando eso azul acabase y succionara todo de su aliento, frenara su corrida impetuosa y vomitara todo el arte en forma de arcoiris dicromático. Cuando los talones de sus pies en el alto inminente esparcieran el polvo blanco de la tierra pentagramática y lo hiciera toser moribundo. Los pies corrían como el tren sobre lo blanco del pentagrama y no soñaba pero despierta tosiendo y agitando las manos con cansancio injustificado y silencio estrujante. Agarra el pentagrama y lo canta hermosamente una vocecita proveniente de su memoria. Y no suena ya lastímero y azul. Como quisiera. Suena tan no lastímero y no azul. El polvo blanco no se quita de la nariz una vez inhalado. Sólo huele a arte todo.

Dismorfo.

Los segundos esos en que las cosas comienzan a disipar se... Casi espiritualmente son las cosas, todas las cosas. Disipadas. Más a menudo, muy a menudo, el hormiguear y la disipación y la turbación y los gritos empujan segundos mesas sillas cosas y algos... Les digo: - ...o somos todos espíritu o somos materia. Che! - Les digo! - espíritu espíritu! - materia materia! - Votan con el índice unos y los otros se quedan pensando en la disipación que con la votación quedó relegada: - Y... Y las... Y las Ocasiones? Que no son segundos sino bolas/cuadrados/triángulos/rectángulos/octógonos y que no deberían tener forma porque no son de ojos morfos? Sino de percepciones blanquecinas? Amorfas? Digamos? - Digamos que más a menudo, muy a menudo en las ocasiones hormigueantes el sonido apuñala también; confiadito como si su penetración fuera de hierro caliente a través del oído, el oído, el oído, el oído, el cerebro; viste... Y sin embargo está demasiado poco hierro pa

Casicasi.

Ahí está con los ojos cerrados sintiendo como su presa se le acerca hambrienta y ruidosa (la ingenua). Y ya ha empezado su depredador a relamerse los cachetes con su lengua roja y mojada porque se imagina el éxtasis del momento en que clave sus garras sobre ella. Y ahí un poco más, piensa... Un poquito más, ahí, sí, un poco más, dios,  casi, un poco más! Ya la siente, casicasi mordiéndole el oído pero se quiere asegurar de que la presa lo roce.   Y ahí, en el roce, entonces, mete mano rápidamente. Escucha cómo el bastardo se desinfla iiiiihhhhhh y cae sobre la almohada. Ahhhh, qué momento único para el insomne sujeto que barre la almohada para no dormir con el cadaver del mosquito al lado. Ahí están de nuevo, depredador (con los ojos cerrados a la espera de que algún pariente del muerto se le acerque al cuello) y presa (con incesante aleteo para clavarle al dormido sus 47 dientes y tantear con ellos los deliciosos vasos sanguíneos). Ahí... El malmuerto acercándose