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Mostrando entradas de abril, 2014

Escondites.

En la ducha a veces lo escondo yo y puedo meterlo en la rejillita donde el agua se fragmenta para verlo gritar de dolor y hacerse mil gotitas a la vez. En un segundito nomás cae y me goza la piel va resbalando con fiereza en el cuerpo que se le burla para unirse y desaparecer en el drenaje que lo ensucia y después después lo que más amo es que me lo esconda en la boca, en el oído, en la espalda, el cuello y la cintura y en los pechos y entonces cuando despierte y vea la hora en mi celular vuelva a estar el tiempo encerradito ahí en un minúsculo relojito digital a las 5:00 am existiendo existiendo existiendo existiendo

Alteridad de la gota.

Vi la gota -que no sentí- a través del espejo donde la pequeña estaba. (Lloró despacito. Sin ruidos). Silente allá en su gran ojo izquierdo la gotita que yo no sentí salió (y dentro gritó de su húmedo universo). Vi el grito -de la gotita que no sentí- a través del espejo y se desparramó en arroyo dentro de una grieta de su pecho muy caliente el dolor. Mi visión acarició (y no mis ojos) sus rulos suaves como madre aprendiz y árida ella apenas ahí quiso entonces ir a descansar. Porque se quiso.