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Mostrando entradas de junio, 2012

Infinitud.

Lee. La última vez que se había dormido entre pensamientos, el boleto no le había funcionado bien y su mundo dorado no fue más que un espiral de desesperación y ahogo continuos. Primero fue verse a sí misma, ilusa, rodeada de un negro profundo; algo así como el del espacio. Luego fue el sendero, que tomaba una curva extensa y desaparecía entre su flexibilidad. Entonces, comenzó a caminarlo, expectante. No fueron mucho más que algunos segundos, cuando el fuego se encendió -aunque primero percibió su humo, luego fue el calor, y por último el fuego mismo-.   Comenzó a correr, sin atreverse a mirar la incandescencia. Sin atreverse a concebirse asfixiandose y muriendo, dentro de ese calor insoportable. Fue más bien una huída, porque el fuego la perseguía y detrás de él ya no quedaba sendero. En su huída se cuestionaba si aquel camino curvilíneo encontraría su fin y qué sería de ella si eso llegara a pasar. Entonces comenzó a marearse, y comprendió, que aquel sendero, era un espiral.  

Leerte.

Leerte es como morir con los ojos abiertos y con las palabras fuera de foco. Es como si el corazón quedara tieso. Las letras, borrosas. La sangre de las extremidades, helada. Las extremidades, dormidas. Los oídos fuera del sonido. El sonido, un bullicio apagado. Es como recostar la espalda en nada, pintar con los ojos, escribir.                                                               A Kev :)

El suicida.

Viajé con un poeta en el colectivo de ida. Me confesó que había decidido suicidarse al llegar a su insípido monoambiente pero que aún no sabía cómo. -Estoy cansado – me dijo – de mí. De chico ambicionaba la vida, cada amanecer buscaba más; ahora, no tan viejo, siquiera ambiciono dinero. Acabo de entrar a la cama y entre los pensamientos nocturnos me di cuenta de que ese hombre no era un suicida, sino otro poeta que no fue. Espero que finalmente haya optado por escribir y no por suicidarse.