Ir al contenido principal

Entradas

Sola

  Me gusta una solera de los '90 que era de mamá o porque era de mamá Usarla en enero en enero cuando a la noche se pone fresquito y la tela no se me pega a la piel y se sienten como frescas las flores medio desprendidas del vestido medio idas al trago Hay un segundo aire en el roce del ruedo sobre los tobillos el estampado no se renueva y toda la vida es el mismo enero aplastado en la espalda sola que a veces parece diferente
Entradas recientes
Veíamos a Cobain destrozado y me daba los besos más sinceros en el suelo sin sombras que nos arrastraran los pensamientos. Llamábamos los sonidos y el olor a los sueños de triunfar con las tripas en una ciudad tal vez inventada, apretando los párpados, fuerte, aferrados al instinto. Desde el piso frío igual que a los 13 me elevaba la imaginación y la vida, sin importarme llegar al final deformada y con los párpados grisáceos y sola como empecé. Como si fuera parte del sueño también el meter la llave en la cerradura mojándome con la lengua el labio superior para no despertar a nadie o volver con los pelos revueltos sin un poquito de vergüenza porque nunca a nadie una boca le puso tan cerca de la nariz la incertidumbre, hasta el punto de poder oler el futuro en el propio aliento excitado.
- Cómo cae la tarde, Dorita, ¿viste? - Con asombro, como si ambas se estuvieran yendo con la tarde, tras el vidrio del colectivo.  Afuera los campos que rodean Jubileo van quedando negros y ambas octogenarias parecen abandonar el viaje a Paraná en el pavor ante el advenimiento de la noche y el rocío. Como si de la muerte misma se tratara.
Así como se están besando con algo de césped en el pelo y absoluto vacío al costado de las orejas. Al tiempo que yo los miro con la apatía que me acompaña, desaparecen. Dejan de ser las cinco pm y dan las tres de la madrugada con un poco de sol en el movimiento desvanecido. Los pensamientos permanecen fútiles y desesperados, las demás cosas abandonan la permanencia bajo la energía de mi visión anónima. Palidecen así, en pleno beso y mientras caminan, corren o son movidas por el viento. Mientras hablan gritan o ladran en dirección a sonidos desconocidos. Por este absurdo indeleble. Invariables.
Puedo desmembrarme llamarte sin pronunciar palabra: Abrir la boca estirar la lengua penetrar la tierra enraizar debajo de las lombrices donde esquivamos nuestro encuentro.
Quiero que me busques soy el muro agusanado tras el espesor de la enramada. Hay un enjambre de moscas que bien suenan a mis pensamientos. Ahora que nadie me tiene albergo grillos en los oídos y duele menos el ruido de la soledad y el sol me rastrea a duras penas entre la humedad donde se hunde el pecho descolorido.
Vos tenés las yemas lascivas bajo el temblor de mi vientre. La boca húmeda entre las piernas tímidas. De nuevo el deseo sobre la espalda durmiente.