Lo único mío es aquello que no toco.
Lo que decidió ver la luz
frente a la presión de la asfixia impía.
Lo único mío es aquello que no se comprende.
Lo que permanece causa de impulso,
no desiste y es perenne.
Lo único mío no es mío,
tan sólo digno de sí está siendo.
Es lo que tanto se indaga
entre el querer estarse respondiendo.
Lo único mío, es aquello que me inquieta
en su quietud perversa.
Es lo que no canta lo que canta
su figura esbelta.
Lo único mío, es aquello que el tiempo
no corroe.
Lo que no es ceniza tras el fuego,
lo que la muerte no corrompe.
Lo único mío es lo que ya era,
aún a priori de mi existir.
Es lo que va a ser mi Oda III 30
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