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¿O no es tu memoria, también, esperpento y autoficción?


<<A mi otra yo, que me acompañó los últimos cinco años. A quien despido con esto. Y amo.>>



<<Once there was a little girl
used to wonder what she would be
went out into the big wide world
now she's just a memory>>
Mark Knopfler

Prólogo




No es casual que a este breve poemario lo integren ocho poemas (además de las intervenciones de los Corifeos): Las arañas tienen ocho ojos y ocho patas y, para varias culturas, son  el símbolo de la evolución, del crecimiento y la sabiduría del destino que construimos.
Y viene a cuento también por dos razones: El sentido del conjunto, desde la dedicatoria “a mi otra yo que me acompañó los últimos cinco años…” o, el epígrafe, donde cita al músico Mark Knopfler: “Había una vez una niña/ que se preguntaba qué sería salir al gran mundo/ ahora ella es solo un recuerdo” (la mala traducción es mía); recorren algo así como lo que en biología se conoce como la “muda”, la renovación de los tegumentos; es decir, aquello que recubría el cuerpo para mostrar otra apariencia. Algo, sin dudas, ha cambiado, y voy a mostrárselo a la que intento dejar y a los lectores en estas  “paredes del decir”, de las que no podemos escapar.
Otra razón del número ocho (que también habla del inabordable infinito) y su relación con los arácnidos, es la  mención de ellos en varios poemas: “una araña gigante con un enorme cuchillo”(poema 0), “Las arañas me tapaban en la cama, mamá” (poema 2), “Una tarántula/ en la esquina soleada” (poema 4) y que, quizá, en la superficie, para la voz de la  autora y para nuestra cultura, sean un símbolo de lo que nos atemoriza. ¿Y qué otra cosa no atemoriza más que lo desconocido? Se crece y vive con miedos, se escribe con miedo.
Rilke -dicen- advirtió: “Hice algo contra el miedo –escribí con él”; y, esta voz, parece que en todo este recorrido pretende conjurarlo y por momentos lo contrapone en regresión con la figura ¿contenedora? de las madres: “El miedo/ me dice que/ cuando yo tenga hijos”; “Miedo, miedo/ todo es miedo”; “Los arácnidos me persiguen, mamá”; “¿Y mi mamá?”; “Tu mamá de ojos rojos,/ inmóvil”.
Como en muchas de las tendencias actuales, el discurso de estos poemas está exento de lirismo o de juegos de lenguaje, más ligado a la prosa, intenta a la manera de una Pizarnik menos romántica, menos surrealista y más escandalosa, mostrar el asombro trágico de estar en el mundo: “Te vomito a vos,/ Sisisi/ Sisisi /(…) vieja figura humanoide/ que me concediste la penosa libertad”; un mundo de convenciones absurdas: “Hacer el amor/ con un solo pene/ a la vez que con/ todos los miembros de la institución católica”; negador del cuerpo en todas su dimensiones en pleno siglo XXI, aquel que vamos dejando a cada instante en nuestra evolución, con todas sus resonancias experienciales y que, Gimena, a gritos y con sugerentes escenas, nos recuerda.

Fernando Belottini
Concordia, marzo de 2016.


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Introducción

No podemos salirnos de entre las paredes del decir, 
acercándose una por cada lado prontas a arrollarnos y decir

"Tengo miedo"

Al tiempo que quedamos insatisfechos hasta la muerte que nos aterra.



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0
Hace tiempo
tuve miedo
y ahora
un poco también. El miedo
me dice que cuando yo tenga hijos y éstos crezcan
deberé advertirles que corran que
una araña gigante con un enorme cuchillo
los perseguirá hasta arrancarles los sesos hasta
comerse sus pensamientos y ellos
deberán correr. Es malo el miedo 
pero siempre a mí me gustó correr y después 
quedarme tiesa, con los ojos como muerta,
adheridos al cielo raso. 
Desde pequeña se me mueve 
y escribe palabras con sus puntitos de madera, 
como: madera o techo o
estás dentro de una madriguera de serpientes 
y yo soy el espacio infinito. El miedo, 
que de vez en cuando deja el cuchillo  
y se acuesta conmigo, mientras hacemos el amor 
me dice que ve caras en las ondulaciones 
que nuestros cuerpos generan en las sábanas:
Siempre son distintas. Siempre son
peladas. Y usualmente me preguntan: y vos 
¿qué vas a hacer cuando seas madre 
tengas que correr detrás de tus hijos
con el cuchillo ya clavado
en la llanura de la espalda?


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Corifeo

Cuerpo cuerpo todo es
cuerpo
mientras el alma exista jamás
amaremos.

Siento las redes neuronales
(cuerpitos) 
chiquititas creando  
u n i v e r s o s  
(dentro de mí)


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1
El abismo fue
malinterpretado.
Resplandor cegante.
La representación desorientada.
Las ramas del árbol que era
un monstruo.
Miedo, miedo
todo es miedo.
Debajo de la cama hay algo siempre
¡lo saben bien los niños!

Cuando el arroyo 
ya no quema, no hiela, 
el arroyo es la muerte, inertes
descargas eléctricas que
cosquillean en la espalda mientras 
se dormita entre fantasmas. Escalofríos

¡lo saben bien los niños!
cuando las ramas del árbol te atraviesan el cráneo
desde los ojos la gota cosquillea,
el arroyo se agrieta y
todo es cuerpo,
cuerpo también,
¿lo sabía yo de niña?
En las grietas, el abismo.
En la pared, el abismo,
siempre me fue inherente.

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2
Con el cuchillo de las arañas cuchilleantes.
Los arácnidos me persiguen, mamá
¡mamá!
Yo lo dije una vez,
llorando seguro,
fabricando el fuego.
El espa(me)nto
en mi carne siempre estuvo.
Mis palabras jamás fueron
lo suficientemente sonoras
y juro que lo dije.
Las arañas me tapaban en la cama, mamá,
y tu beso me acunaba, yo no miento.
Ellas escondían los cuchillos, sí,
entre ellas y sus cuchillos -yo no miento, no-
yo me ahogué más de cien.
Y juro que lloré.
Arroyos del pelo hasta los pies.
Pero ahora es tarde ya -sí, es tarde- 
ya está sobre mí el amanecer 
y ya en el cuerpo de los pájaros
-lo veo todo, sí-
el miedo universal.

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3
He escrito ya
algún poema sobre esto.
Pero el escenario fue de hielo.
Estar aterrada con el cuerpo de lombriz,
estar frotando mi mano sobre los ojos llorosos,
sentirme ínfima en siluetas sin cara,
reproducirme de a un millón,
gritar fuerte:
¿¡Y mi mamá!? 
- en el poema no decía yo esto –
Mi mamá 
no  puede ser una silueta. No,
mi mamá no.
Volví a llorar 
– lo recuerdo no tan bien –
sobre el frío me dejé caer 
y lloré. El poema ha de andar deambulando
en mi memoria. Para mí es todo barullo
como la tos unánime del público
que me volteaba con su aliento,
como cuando a los cuatro ya
mi cabeza eran un montón de yo misma gritando
¡sálvenme del 1997!¡Yo no quiero ser actriz! 
Sí. Por querer volver debajo de la cama,
donde todo era silencio sí


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4
Como esas pesadillas
de carnaval veneciano en la habitación:
Cinco añitos de edad,
veinte conocidos que no te saludan.
Carnaval en la habitación infinita.
Los colores con el ruido que no acaba,
las manitos más pequeñas que la oreja,
ensordecedor el espectáculo.
Como esas pesadillas:
Tu mamá de ojos rojos,
inmóvil.
Una tarántula
en la esquina soleada.
O vos misma
en cuerpo de adulta.


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Corifeo

Nos volvemos universales
en el íntimo temor
por la propia supervivencia.
Sobre el íntimo temor
no se habla.
No se puede.



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5
Algún día
el grito desde un auto
me decapitará en la avenida.
A place where we used to live
viajará desde los oídos,
se saldrá por mi tráquea
y las palabras -mías-
se desparramarán en el asfalto
desde una pequeña grieta
en mi cráneo fisurado.
El cuerpo de la guadaña estará ya
algún día, lejos de mí 
y la avenida donde morí. Y donde 
mis pensamientos formaron un arroyo silencioso
y la sangre de mi garganta gritante
cantó la canción del otro
con mi propia voz.

Sus palabras quedarán.

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6
Hacer el amor
con un solo pene
a la vez que con
todos los miembros de la institución católica
es batallar
porque mis gemidos no sean del averno
porque sus caras sin pelos en las paredes
desde la expresión de mi nefasto pecado
sea la del dolor de su propia ausencia
de calor.  (Murmullo)
¡Esto en pleno s XXI!
Mi vagina configuró un rostro.
Identidad.

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7
Te vomito a vos.
Sisisi
sisisi
¡te vomito a vos que mataste mi inocencia!
Para ver cómo te consume
el ácido
y te desfigura y te transforma.
Te vomito por tu propio bien
-no te muevas-
y en agradecimiento
vieja figura humanoide
que me concediste la penosa libertad.



María Gimena Barboza Dri (2016)

Comentarios

  1. Vos no me conocés. Yo si te conozco. En realidad no. En realidad sé quien sos. La verdad es que eso tampoco. Si sé de donde. Aunque no sé a donde fuiste, solo se que un día se fueron. Aquella pequeña niña de cabellos rubios y rizados que solía vivir frente a mi casa, escribe. Y lo que leí me erizó los pelos de los brazos. Vaya, la memoria es como un gran álbum de fotos que recolectamos aleatoriamente, y sin querer a veces las proyectamos en la mente como se proyectan diapositivas en una pantalla. De vez en cuando, en mis momentos turbios, voy inconscientemente a mi álbum a buscar resguardo. Y ahí, en la maraña de imágenes sepias que yo llamo "Mellon Collie..." aparecen la plaza del barrio con los árboles secos y las hojas en el piso, y ustedes (tres) corriendo en la vereda frente al Renault 12 gris de tu viejo. Que trillado suena decir que el mundo es un pañuelo.

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  2. ¡Qué lindo! Me acabás de escribir un hermoso poema, qué lindos recuerdos tengo de esos días! Aunque chiquitita, tengo impregnados olores, sonidos, sensasiones e imágenes, inolvidable para mí. Esa nenita es también quién soy. No hace falta quitarte el anonimato, algo me dice que yo también sé quién sos.
    Saludos!

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  3. Para pulsos tibios, como el mío, no hay escudo más efectivo que el anonimato. Es seguridad ante la temeridad. Desde anoche me siento un poco menos solo. Disfruto mucho de tu obra. Un abrazo!

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  4. Gracias por leer! De alguna forma se me hace que vos también escribís... Siempre abierta a la lectura. Para cuando quieras.
    Otro!

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  5. No es mi oficio. Leo, pero no escribo mucho. Debería, aunque, insisto, no es mi oficio. Para mi escribir es un alivio. No hay ortodoxia en mis formas. Ni heterodoxia. Si hay intentos y desahogos. Algo tenía escrito, muy poco, pero lo acabo de convertir en un blog. Tal vez se traduzca en algo que haga regularmente. Me excuso otra vez, no domino el arte. Espero que me leas!

    http://registrosespontaneos.blogspot.com.ar/

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  6. Que lindo tu mundo.... tus palabras quedarán (sic)... tus palabras ya quedaron....

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  7. Cuando volves por acá?

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