Me siento putrefacta
entre tanto sinsentido
¡lo estoy gritando!
vomitando blancas larvitas
que son el olvido.
Solía dotarme de palabras fecundas,
recostar la espalda en el piso de la ducha,
acariciar con las yemas los azulejos y
sentirme acuática y vieja
pero cuando una ve
desde lejos
el propio cuerpo
se tantea desesperada
y como si fueran otras las manos
bucea protegiendo
la patética fragilidad.
Esta sangre que grito
desde el cuello marchito
es una ya volcada
de gusanos añejos.
¡Abandónenme!
Lo estoy diciendo
¡no más palabras!
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