Es de destacar que en el cuaderno de Nerea los renglones garabateados de palabras mal escritas contaban con precisión el avance que, aunque imprudente, se producía lento en el transcurrir del cielo durante esa tarde. Según ella, volaba primero un cocodrilo desdentado con la cola tan doblada que le rozaba el hocico, y luego en otra nube, sobre el cocodrilo, se producía el acto fallido de un bebé sobre una silla queriendo alcanzar a duras penas un zapato algo gigante. Las horas se le pasaban casi sin sentirlas cuando las nubes estaban blancas y pomposas como ese día, porque se armaba fácilmente un film secuencial con diferentes situaciones inusuales, algunas tanto así, que hasta resultaban cómicas. Lo que Nerea no anotaba en su cuaderno (ni esa tarde, ni nunca) era cómo las imágenes se iban deformando de modo algo aterrador, frente a sus ojos, y cómo todos los personajes proyectados eran asesinados cuando el viento los corría y los soplaba tan livianitos como s...