Te seguí con la irradiación
de mis ojos extrañados
hasta desgranarte lenta
en un puntito afilado.
Como cuchilla de acero
frío en el alma quieta,
clavabas la punta impía
y te marchabas incierta.
Y rauda llegabas al sol
como una sabia adivina.
Quemaba mis ojos, la luz.
Te deseo todavía.
de mis ojos extrañados
hasta desgranarte lenta
en un puntito afilado.
Como cuchilla de acero
frío en el alma quieta,
clavabas la punta impía
y te marchabas incierta.
Y rauda llegabas al sol
como una sabia adivina.
Quemaba mis ojos, la luz.
Te deseo todavía.
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