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Verano.

Supe que el verano hace estragos
en su alma de memorias.
Es el verano
algo más que querer la sombra
de los árboles florecidos en su espacio fértil.

Acaba de cubrirse la cabeza
con hilachas color mango
para no reconocerse como aquella que dejó de ser
hace un tiempo atrás.

Es el verano la ocasión de todos sus años,
de todos sus olores;
la fusión de todos esos
poemas que se gritan entre sí
cada mitad a ambos lados de su cráneo,
un par a cada oreja;

entonces se siente añeja
y en falta con ella misma,
y con el amor platónico que no le ha echado visita
en este verano sofocante.

Supe que el verano le revuelve
los miedos íntimos
y el estómago endurecido de furia,
y de temor
a no hallarse cómoda entre tantos lápices.

El verano le recuerda
que algo le exprimió el cerebro
hasta secarlo de palabras.

El verano hace que se extrañe de sus manos propias,
y eche de menos las letras
que fueron suyas en un tiempo.

Letras que solían ser palabras.

El verano porta olores de lo que se fue
como rehén de Bóreas,
y que más nunca regresará a envolverla.

Ahora se siente un cadáver cara al cielo
en el pasto verde y espinado,
sollozando sus miserias de poetisa;

pronto el verano acabará por descomponerlo
con su calor.

Pronto ella será olores en el aire de verano.



Eimí.

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