Ir al contenido principal

Sanamiento.



Nos olvidamos
niños
a veces
como siempre

Olvidamos que somos
tan niños
con la fragilidad de los órganos en desarrollo
y de la mente boba

Nos avergüenza lloriquear
por la paz de la leche materna

Por el calor y la suavidad del pezón izquierdo

Olvidamos
si miramos todo desde abajo
y con miedo

Y con las ganas de niño de tironear
el pantalón del dios que nos toma la mano para cruzar la calle

----------------------------------------------------------------------

Empujamos el recuerdo y la necesidad
con la planta del pie,
hacia abajo
y lo enterramos a pesar de la sangre y el llanto.

A pesar de los gritos de ahogo.
La ayuda nos avergüenza.

Nos atemoriza que nos pisoteen la cabeza del crecimiento
y nos enterramos por dentro hasta olvidar-
nos.

Nos falsoprotege la autodefensa
y nos creemos sanos.

-Nos- sana la leche de los demás,
¿y mejor olvidar
a que nos sanen?


Comentarios

Entradas populares de este blog

Sola

  Me gusta una solera de los '90 que era de mamá o porque era de mamá Usarla en enero en enero cuando a la noche se pone fresquito y la tela no se me pega a la piel y se sienten como frescas las flores medio desprendidas del vestido medio idas al trago Hay un segundo aire en el roce del ruedo sobre los tobillos el estampado no se renueva y toda la vida es el mismo enero aplastado en la espalda sola que a veces parece diferente

¿O no es tu memoria, también, esperpento y autoficción?

<< A mi otra yo, que me acompañó los últimos cinco años . A quien despido con esto . Y amo . >> <<Once there was a little girl used to wonder what she would be went out into the big wide world now she's just a memory>> Mark Knopfler Prólogo No es casual que a este breve poemario lo integren ocho poemas (además de las intervenciones de los Corifeos): Las arañas tienen ocho ojos y ocho patas y, para varias culturas, son   el símbolo de la evolución, del crecimiento y la sabiduría del destino que construimos. Y viene a cuento también por dos razones: El sentido del conjunto, desde la dedicatoria “a mi otra yo que me acompañó los últimos cinco años…” o, el epígrafe, donde cita al músico Mark Knopfler: “Había una vez una niña/ que se preguntaba qué sería salir al gran mundo/ ahora ella es solo un recuerdo” (la mala traducción es mía); recorren algo así como lo que en biología se conoce como la “muda”, la renovación de los tegumento...
Veíamos a Cobain destrozado y me daba los besos más sinceros en el suelo sin sombras que nos arrastraran los pensamientos. Llamábamos los sonidos y el olor a los sueños de triunfar con las tripas en una ciudad tal vez inventada, apretando los párpados, fuerte, aferrados al instinto. Desde el piso frío igual que a los 13 me elevaba la imaginación y la vida, sin importarme llegar al final deformada y con los párpados grisáceos y sola como empecé. Como si fuera parte del sueño también el meter la llave en la cerradura mojándome con la lengua el labio superior para no despertar a nadie o volver con los pelos revueltos sin un poquito de vergüenza porque nunca a nadie una boca le puso tan cerca de la nariz la incertidumbre, hasta el punto de poder oler el futuro en el propio aliento excitado.