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El rescate.

Lo oscuro
la cara
mi pecho,
que se cierra,
se cierra.
El brazo primero que se estira
y abraza la cintura presiona
el aire que
no llega a abrir
el esternón.
Lo oscuro,
en el otro brazo,
acuna su cabeza;
los rulos
en lo negro
ya no brillan.
El tercer brazo
se yergue
abriéndose paso entre lo negro
quiere rescatar al aire,
meterse por su boca,
abrirlo por dentro.
El tercer brazo,
poderoso,
alcanza la cara
de esa ajena de rulos negros
reposantes traidores del
brazo segundo.
Sus dedos rozan al fin
la frente sudada
los ojos abiertos
ya con lágrimas
la nariz obstruida los labios siempre juntos
la cara ajena.
La entera mano tercera se apoya
parcialmente en la cara.
Se mueve a los lados
para ver a la niña que no
logra llorar del todo.
La mano ve qué linda
es la nena oscura,
le presta una caricia que le dice
que la conoce en la luz del mundo
de las manos.
Lo oscuro
deja ver
las manos iluminando
rostros con el tacto.
Lo oscuro
la cara desnuda, el resto
del cuerpo asfixiado.
En la caricia de su propia mano
ajena en la oscuridad
el aire atraviesa tímido el estómago.
Va al pecho, se duerme allí.
La mano heroína cae
con fuerza sobre el colchón.
El cuerpo de la nena,
se duerme allí.

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