Ir al contenido principal

Alteridad de la gota.

Vi la gota -que no sentí- a través del espejo donde la pequeña estaba.
(Lloró despacito. Sin ruidos). Silente
allá en su gran ojo izquierdo la gotita que yo no sentí salió
(y dentro gritó de su húmedo universo).

Vi el grito -de la gotita que no sentí- a través del espejo
y se desparramó en arroyo dentro de una grieta de su pecho muy
caliente el dolor.

Mi visión acarició (y no mis ojos) sus rulos suaves como madre aprendiz
y árida ella apenas ahí quiso entonces ir a descansar.
Porque se quiso.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿O no es tu memoria, también, esperpento y autoficción?

<< A mi otra yo, que me acompañó los últimos cinco años . A quien despido con esto . Y amo . >> <<Once there was a little girl used to wonder what she would be went out into the big wide world now she's just a memory>> Mark Knopfler Prólogo No es casual que a este breve poemario lo integren ocho poemas (además de las intervenciones de los Corifeos): Las arañas tienen ocho ojos y ocho patas y, para varias culturas, son   el símbolo de la evolución, del crecimiento y la sabiduría del destino que construimos. Y viene a cuento también por dos razones: El sentido del conjunto, desde la dedicatoria “a mi otra yo que me acompañó los últimos cinco años…” o, el epígrafe, donde cita al músico Mark Knopfler: “Había una vez una niña/ que se preguntaba qué sería salir al gran mundo/ ahora ella es solo un recuerdo” (la mala traducción es mía); recorren algo así como lo que en biología se conoce como la “muda”, la renovación de los tegumento

Los días quietos.

-¡Qué feo día insulso! - Suplican los ojos de ella. Y bajan para ver las manos tibias de té, del otro, que se le acercó hace un ratito. El otro, entre que los ojos de ella suben a seguir escupiendo el día sin cielo, le mira la mano derecha, la que sostiene la cortina. La mano que se le despegó del cuerpo hace una media hora atrás y, por su parte, canta mil inquietudes; porque no sostiene la corti na, la dobla y le quita el aire, de impotencia, seguramente. La mano está gritando también, igual o peor que los ojos; pero no grita por el feo día insulso en sí, sino porque el frío la congela y hace que ya no se sienta mano. No se siente una mano amada, besada, admirada. Hace cuánto no se entrelaza con los dedos de otra, no rasguña alguna espalda desnuda, no estruja y le quita el aire a las sábanas, como lo hace ahora con la cortina. El día está feo e insulso, por de más, quieto. Quietísimo está. Es una homogeneidad grisácea. Lo gris del cielo no son nubes ya; es pintura indeleble. Gene
Veíamos a Cobain destrozado y me daba los besos más sinceros en el suelo sin sombras que nos arrastraran los pensamientos. Llamábamos los sonidos y el olor a los sueños de triunfar con las tripas en una ciudad tal vez inventada, apretando los párpados, fuerte, aferrados al instinto. Desde el piso frío igual que a los 13 me elevaba la imaginación y la vida, sin importarme llegar al final deformada y con los párpados grisáceos y sola como empecé. Como si fuera parte del sueño también el meter la llave en la cerradura mojándome con la lengua el labio superior para no despertar a nadie o volver con los pelos revueltos sin un poquito de vergüenza porque nunca a nadie una boca le puso tan cerca de la nariz la incertidumbre, hasta el punto de poder oler el futuro en el propio aliento excitado.