Me toca siempre con su dedito
índice de tierra en la nuca
y me dice -voz delicada:
— ¡Gime Gime!
Toda gota es
mi placenta.
Gimenita portate bien — me dice
-voz amarilla-.
Yo
me río.
Sonrío
(siempre ondulante).
Y las cuido pero
¡sus gotitas son mi muerte!
Una y otra vez cuando
rompen contra el suelo
y mojada no comienzo el llanto infantil
doy -primer y último suspiro- mi
vida en un ahogo. Así,
otro de mis
cadáveres viaja pequeñito (en el río
en el que suelen viajar ellos) hasta
disolverse como el azúcar dentro del agua
mientras por allá arriba va naciendo otra
gimenitita.
índice de tierra en la nuca
y me dice -voz delicada:
— ¡Gime Gime!
Toda gota es
mi placenta.
Gimenita portate bien — me dice
-voz amarilla-.
Yo
me río.
Sonrío
(siempre ondulante).
Y las cuido pero
¡sus gotitas son mi muerte!
Una y otra vez cuando
rompen contra el suelo
y mojada no comienzo el llanto infantil
doy -primer y último suspiro- mi
vida en un ahogo. Así,
otro de mis
cadáveres viaja pequeñito (en el río
en el que suelen viajar ellos) hasta
disolverse como el azúcar dentro del agua
mientras por allá arriba va naciendo otra
gimenitita.
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