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Marino.


Te vi asustado por el agua de tu lluvia y quise perfumarte de azul,
disfrutaras de las gotas de tu pecho endurecido. Te vi y tu lluvia te asustaba,
y te dolía como el agua te quemaba por dentro hasta las uñas de los pies que ante la pesadez temblaban.
El perfume azul te envolvía de frescura inmensa, por fuera te rozaba la carne
pero en tu nariz perdía el color.
Y te envolvía otra vez de azul, el perfume que yo soplaba, y en tu nariz
la vida azul perdía. Y tu lluvia perdías a su vez con temor ciego tan tuyo.
Y dejaba de gotearte el dolor,
para siempre.
Y mi perfume, para tu nariz, sin color, sin fresca lluvia;
perenne.

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