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Dama de notas mudas.

La que vive 
entre desvanecerse al ser. 

La dama 
de los ojos que demasiado han visto. 

La del viento, 
ya no ve. 

Ya no es. 

Sobre un céfiro fugaz 
se ha ido en busca, 
y ahora que regresa 
con las manos 
vacías;
y tan llenas 
de la premura 
del tiempo despiadado 
que va, 
que se va, 
y deja polvo 
y nada. 

Y muerte. 

La que vive 
entre desvanecerse al ser. 

La dama 
de los oídos que demasiado han escuchado. 

La del compás, 
ya no oye. 

Ya no es.

Sobre la asonancia de una rima 
se ha ido en busca 
de hallarse música, 
y ahora que regresa 
con ella entre los dedos,
con ella entre las curvas; 
de las que callan, 
de las que cantan el silencio: 
las mohínas, 
las adustas, 
las huidizas. 
De las que los rostros no perciben. 

La que vive 
entre desvanecerse al ser. 

La dama 
que se ha ido por demasiado andar. 

Y por desandar ha sido, 
y por ser; 

se ha desvanecido

donde retoza
lo que se cree que jamás ha sido. 

Y no es muerte, 
y es tan vida 

como la vida misma le es.






Agosto 2011

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