Mensis Una noche inmensa en el día del padre de todos los hombres, atormentada yo, hija de la sexuada virgen, decidí internarme frente a su siempre impuro llamado, bajo las transparentes aguas de mi lluvia artificial. Yo, su siempre adorada hija -sexual, rebelde, malquerida por el padrastro-, me vine a parir el dolor y la sangre a los húmedos azulejos de mi casa pequeña, para gozar mi condición. El desgarro del parto se sentía en las paredes del bajovientre como los rasguños odiosos de dos manitos mínimas, que para nada me querían. Por debajo como buscando el aire surgía el finito hijito de sangre que encontraba no obstante el agua y con ira frente al suplicio yo lo veía mientras, no nacer. En la mente como madre de otro no nacido impura, asesina y mujer acaricié primero mi pecho y con la voz bonachona del Señor priv...