Nuevamente el sonido fermentado del silencio en el oído cuando por fuera el mundo intenta aplastarme la cabeza. Las agujas del reloj siguen clavándose en mis piernas muy a menudo, pero muy a menudo también, te beso. Y la inmensidad de los manantiales nos penetra y permanece incomprensible a la razón, como el mar que se abre soberbio frente a los mil matices del iris. Te beso cada vez por vez primera, con los ojos empapados de alma, con el impacto que las cosas naturales irradian, sin la prohibición de desnudar mis tonalidades internas de piel, sin el miedo de regalar en mis labios la más profunda esencia que poseo. Me besas cada vez por vez primera con los ojos empapados de alma, con el ser en los labios oliendo siempre a vos, con el silencio a cuestas, con la paz de la noche nevada. Nos besamos cada vez por vez primera porque el mundo nos grita y ensordecemos, en el desprendimiento mutuo de nosotros, y en la armonía que nos envuelve los minuto...