Antes, acostada mientras disfrutaba ver trabajar de cerca a las hormigas, allá, te sonreía con ternura. Y eso que algunas llegaban a picarla. Pero sólo una parte de su dedo. Cuando no quería estar, se iba con las hormigas, en filita, a llevar minúsculas migas de pan. Alzaba la cabeza caliente del sol y te miraba con amor. Tan gigante, vos. Una admirable criatura. Antes, creo que ni ojos tenía pero te acariciaban sus pestañas, de lejos con dulzura. Quería ser minúscula aunque tu dedo la aplastase. Allá abajo. Ella te amaba. Y podía irse con las hormigas y hablar con la voz agudísima de pequeñez. Ahora no te ama. No tengas la sonrisa la mirada las pestañas. No te ama. Nunca va a ser hormiga otr...